miércoles, mayo 30, 2007

CREAR CON PERSPECTIVA

El ensayo general con Sergiu Celibidache que publiqué el domingo no fue una capricho, sino un ejercicio de aclimatación. Y es que esta semana los sinfónicos del Vallés nos estamos dejando guiar por uno de los alumnos más fieles a la teología del maestro: Jordi Mora.

Por si no lo sabían, Celibidache no sostenía teorías, sino teologías con amén incluido. El dios de la teología celibidachiana es el fraseo, en palabras de Mora: “Frasear es hacer música. No frasear es crear sensaciones sonoras locales que no pueden integrarse dentro de una unidad, es decir, algo que no tiene nada que ver con la música.” Con Celibidache una frase musical forma parte de un universo orgánico. Nace, crece, culmina, decae y muere. Como tú y yo: la vida.

Las consecuencias del fraseo o su ausencia las entenderéis enseguida con dos ejemplos que encarnan dos maneras diferentes de entender un mismo tema, el que abre el último movimiento del la Cuarta Sinfonía de Brahms, la obra principal del programa que ensayamos esta semana.

En el primer ejemplo, “BrahmsCelibidache”, fijaos como el tema nace y se desarrolla alimentado por la dinámica, cada vez con más fuerza y tensión, hasta alcanzar la cima del quinto compás. A partir de ese instante el sonido se relaja para resolver en la nota principal de la tonalidad, mi menor, donde muere para dejar espacio al nacimiento de otra frase, de otra vida. Celibidache, en fin, ha construido aquí una unidad de ocho compases donde cada nota es un efecto de la anterior y una causa de la siguiente. Esto es frasear: crear con perspectiva.

En el segundo ejemplo, “BrahmsKleiber”, sucede todo lo contrario. Carlos Kleiber empieza con una dinámica en forte que nunca abandonará, creándote la angustiosa la sensación de no ir a ninguna parte. Cada compás de la frase se mantiene, de manera egoísta, independiente el uno del otro. No puede morir nada porque nada ha nacido. Sólo un continente de sonido vacío de contenido. Aquí, la ausencia de perspectiva da como resultado una geografía sin relieve.

El tercer ejemplo no tiene nada que ver con el tema: es la obra que ilustraba un post anterior sobre el "Duettino buffo di due gatti", de Rossini. Cosas de Box.net. Por cierto, los gatos, como Carlos Kleiber, tampoco frasean.


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Así pues, donde Celibidache hilvana un discurso lumininoso, en Kleiber prevalece el grito en la oscuridad. Corolario: Celibidache ha dibujado en ocho compases el esquema del ciclo de una vida, la de un tema de Brahms como metáfora de la nuestra; Kleiber, en cambio, sólo nos ofrece de ella el pálido reflejo de un instante.

7 comentarios:

Isa Segura B. dijo...

Con Celibidache al igual que con Leonard Bernstein la música brilla con todos sus matices y adquiere todo el dramatismo de la vida (al fin y al cabo eso es la música, vida).
Ya intuí el domingo que La presencia de Segiu Celibidache en el blog tenía una razón de ser...
Saludos.

Anónimo dijo...

Isa, existe una prodigiosa interpretación de la Segunda Sinfonía de Mahler a cargo de Leonard Bernstein. Imprescindible.

Saludos

Anónimo dijo...

Se ve que este articulo fue escrito por un idiota. Los comentarios sobre Klaiber son ridiculos...

Anónimo dijo...

Se ve que el último comentario fue escrito por un cobarde muy inclinado a la disgresión y con el insulto como único argumento. Kleiber merecía fans más ilustrados...

Anónimo dijo...

Ni Celibidache es Dios, ni Kleiber es el Demonio... De Kleiber se puede destacar su interpretación de la séptima de Beethoven (Aunque parece que sea lo único que ha hecho a lo largo de toda su vida...)Y de Celibidache cabe decir que continuaba dando las mismas brazadas toda la vida. Al cabo de los años, la gente ya conoce el temperamento de un director... No hace falta exagerar tantísimo. En cuanto a Bernstein... És un director completísimo. El más completo de cuantos han existido, tal vez. Me gusta mucho... Pero no es el único de los grandes.

Anónimo dijo...

Celibidache me parece genial. Su integral de las sinfonías de Brahms me parece portentosa; sin embargo, las versiones de Kleiber, aunque muy distintas en el concepto, son también absolutamente geniales. También me gustaría mencionar a un gran olvidado: Rafael Kubelik. Su integral de las sinfonías de Brahms, como la que hizo con DG de las de Mahler, me parece antológica.

Jordi dijo...

Mi opinión es que la argumentación sobre el fraseo no tiene correspondencia alguna con la audición de los ejemplos. Me parece que el fraseo es mejor y más evidente en Kleiber. Allí donde Celibidache nos presenta una frase fofa y desprovista de vida, Klaiber nos abre la mente y nos clava en nuestros asientos, pendientes de la grandiosidad del tema que escuchamos. Por cierto, tema justamente de 8 compases tributario de Bach y que Brahms utiliza para construir una grandiosa chacona.