viernes, mayo 11, 2007

LA FAMILIA

La división de una orquesta en familias instrumentales no obedece sólo a una cuestión estructural, sino que también sugiere la existencia de una organización interna basada en una emoción. Que yo sepa, no existe ninguna otra sociedad comercial o industrial, ni siquiera cultural, que utilice el término "familia" para designar los distintos departamentos que la componen. Entren, pongo por caso, en una gran editorial, y pregunten por la familia de los vendedores, o la de los escritores, y ya verán la cara que le ponen.

Y es que la búsqueda de un beneficio económico se sirve de un lenguaje que margina cualquier palabra sospechosa de enraizarse en el corazón: alegre, cantando, con sentimiento; expresiones, en fin, que los músicos de esas empresas de carácter no lucrativo que llamamos orquestas acostumbramos a utilizar cuando trabajamos, sí, en familia.

La distribución geográfica por parejas de los músicos en la orquesta tampoco hace referencia sólo a un concepto matemático. Así, dentro de la familia de la cuerda, cada instrumentista se sienta frente al televisor de la partitura, cuyo mando a distancia controla el director, junto con quien acabas estableciendo un misterioso vínculo afectivo, aunque luego no le dirijas la palabra fuera del trabajo. Tiene su lógica: día sí y otro también, tocamos las mismas notas, realizamos los mismos movimientos y, sobre todo, expresamos al unísono las mismas emociones: alegres en un allegro de Mozart, tristes en un adagio de Bruckner, pongo por casos, de tal modo que dos desconocidos se convierten en hermanos gemelos al abrigo de la música.

La última frase no ha sido escogida al azar. Una vez coincidí en el atril con un músico que había perdido a su hermano gemelo en un accidente. Una noche, después de compartir una botella de vino y una sinfonía de Beethoven, me confesó que, en ocasiones, cuando un concierto le trasladaba a esa dimensión fuera del tiempo objetivo que marca el calendario, tenía la sensación de hallar en mí al hermano ausente.

Alguien escribió que la música nos hace sentir añoranza de amores que nunca tuvimos. Es posible que de alguna extraña manera también se las arregle para devolvernos las personas amadas que la muerte nos arrebató, y con ellas, aquellos sentimientos que se nos extraviaron por el camino del vivir.

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