lunes, mayo 14, 2007

AUTOBIOGRAFÍA CAPILAR

Somos de la tierra donde nació la música más celebrada del mundo: la cabeza de vegetación espesa, como de selva amazònica, de un genio arisco. Sí, Beethoven. Cuando la vida dejó plantado al compositor a media décima sinfonía, a guisa de tijeras Ferdinand Hiller nos salvó de la oscuridad sin remedio del ataúd. Un puñado de años después, en 1883, Ferdinand nos envolvió con papel de seda y nos entregó a su hijo como regalo de aniversario. Paul, que así se llamaba el joven, nos compró en París una casa nueva en 1911, un relicario espacioso y soleado con vistas a un mundo que nos contemplaba con ojos húmedos.

Pero a medida que el siglo XX se hacía mayor, la Historia mostró su rostro más diabólico a las familias de ascendencia judía, como los Hiller, y nos escondieron de la ignominia en el consultorio de un médico danés, el Dr. Alexander Fremming. En 1994, cuando la casa Sotheby's nos vendió por 5395.39 euros a unos fundamentalistas de confesión "beethoveniana", calculamos el valor físico -el sentimental no tiene mesura- de cada uno de nosotros: 9 euros y pico; un precio justo si tenemos en cuenta que hace casi dos siglos que nadie nos lava ni peina. Ni siquiera, y que el maestro nos perdone, en vida de Beethoven.

2 comentarios:

Isa Segura B. dijo...

Curiosidades geniales, no sé si el maestro perdonará, pero una sonrisa quizá ayude.
Gracias por tan agitada autobiografía.
Saludos.

Petrusdom dijo...

Quizás dentro de unos años con alguna molécula capilar puedan "crear" un nuevo genio????