domingo, noviembre 19, 2006

EN LA U.C.I.

Ernest Fleischmann, director ejecutivo de la Orquesta Filarmónica de Los Ángeles durante más de un cuarto de siglo, pronunció estas palabras en el discurso de apertura del curso de 1987 del Instituto de Música de Cleveland. Ha llovido mucho desde entonces, como suele decirse, pero la lluvia no ha diluido ninguna de las afirmaciones de Fleichsman, salvo la esencial: la orquesta sinfónica no ha muerto, aunque bien es cierto que sigue ingresada en UCI, y lo que es peor, sin que el Doctor House muestre el menor interés por su caso.

La Orquesta Sinfónica ha muerto. Larga vida a la Comunidad de Músicos. Ha muerto porque los conciertos sinfónicos se han convertido en algo insípido y predecible; los músicos y las audiencias sufren una rutina repetitiva y una programación de acuerdo a fórmulas; hay una gran escasez de directores que no sólo conozcan las partituras desde dentro, sino que sean leales inspiradores, y es igualmente grande la falta de administradores que posean visión e imaginación artísticas a la vez que responsabilidad fiscal y capacidad de negociar.

Lo que nos está matando es la consagración del invierno. Cada año acaba con la misma danza ritual, cuando intentamos hacer cambios y variar los ingredientes de un guiso basado en un repertorio orquestal bastante estándar y más bien limitado al siglo XIX y a principios del XX? ¿Es, pues, tan sorprendente que nuestras audiencias envejezcan cada año y que nuestros músicos estén cada vez más aburridos y frustrados, especialmente si la forma de dirigir el repertorio estándar tiende con frecuencia a no arrojar ninguna nueva luz sobre otra Heroica más, sobre una nueva Quinta de Tchaikovsky u otra Inacabada?

Ernest Fleischmann

1 comentario:

Anónimo dijo...

Pues, como asistente a conciertos, abonado a ellos, me doy cuenta de que ciertamente no solo el músico sino el oyente entra en una rutina basada en la asistencias a los conciertos del viernes por la noche en el monumental. En mi post de hoy hablo de la construcciónn de la realidad como un retorno permanente, y no había caido en este.