Hay una ley no escrita de talante represivo, seguida con disciplina por el público habitual de las salas de conciertos, que ordena no aplaudir entre movimientos durante la interpretación de un programa sinfónico. Una convención que está empezando a tambalearse en los auditorios más celebrados del mundo, como el Metropolitan de Nueva York, convirtiendo el hecho del concierto en un acontecimiento más abierto a las expresiones emocionales espontáneas del público.
En este sentido, Leonard Slatkin, director de la National Symphony Orchestra de Washington, y un firme partidario de relajar los rígidos protocolos que rodean la interpretación de la música sinfónica, considera que "si a la gente le conmueve una interpretación, y quiere demostrar su reconocimiento aplaudiéndola entre movimientos, pues ¡adelante!" De hecho el comportamiento inhibido de la audiencia ha contribuido, según Slatkin, "a dificultar la atracción por la música clásica de público más joven ".
Leonard Slatkin
Por otra parte, Christopher Hann, director artístico de la Sinfónica de Pittsburgh, cree que "en el mundo de las artes clásicas estamos demasiado preocupados por lo que sucedía hace un siglo, pero muchas cosas han evolucionado desde entonces."
Y es que hace un siglo, cualquiera que exteriorizara su gozo por una interpretación, aplaudiendo entre movimientos de una sinfonía, era reprimido inmediatamente por otros espectadores más experimentados, costumbre que pervive todavía hoy incluso en algunos intérpretes.
Emmanuel Ax
El pianista Emmanuel Ax entra en el debate justificando con datos históricos los aplausos extemporáneos: "Siglos atrás aplaudir tras cada movimiento de una obra sinfónica o incluso durante su interpretación, era un hecho esperado. Compositores como Beethoven acababan los primeros movimientos de sus conciertos con "cadenzas" contundentes diseñadas para provocar el aplauso de la audiencia. Es más, está documentada una queja de Brahms porque nadie aplaudió entre movimientos en el estreno de su primer concierto para piano."
La historia nos dice que fue un contemporáneo de Mozart, el barón van Swieten, el primero que introdujo el concepto del silencio del público durante el concierto, que Richard Wagner sofisticó bien entrado el siglo XIX, estableciendo estrictas reglas de comportamiento para los que asistían a las representaciones de sus óperas en Bayreuth. El caso es que hoy, acabados de entrar en el siglo XXI y como apunta Slatkin: la mayoría de los intérpretes nos sentimos felices cuando la gente demuestra con aplausos que le gusta lo que estamos haciendo."
Si te gusta, pues, aplaude cuando gustes.
2 comentarios:
El aplauso no es más que el agradecimiento por un momento de máximo maravillamiento y serenidad, bueno sería pues dejarlo volar espontáneamente.
Saludos.
Hermosa descripción del aplausa, Isa. Tomo nota.
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