martes, abril 24, 2007

MEDITACIÓN

Meditando sobre cómo se puede exponer Praxíteles sin Praxíteles, "El escriba sentado" me sorprendió de pié. Sin punto y aparte, a unos centímetros de mi cara, las colinas de pintura en los lienzos de Van Gogh tentaban mi lengua, o quizá fue al revés. Porque me aburre Matisse, me obligué a distraerme imaginando el color del sonido de la Ària de Bach, cantada por Braque. Conclusión nerviosa: a la Mona Lisa el cristal protector le desprotege la sonrisa. No tiene ninguna gracia. Una ópera en la Bastilla sin Mortier y sin la pasión según San Juan, según Robert Wilson, que no vi. "Désolé". Un "déca" en la terraza de Les Deux Magots tras dos menús Philosophes en Le Procope, donde Napoleón perdió el sombrero antes de ganar un imperio. Preparándose para cerrar la persiana del día, el rojo encendido del sol desciende por el horizonte mientras yo asciendo hasta el cielo del Pompidou: me espera Samuel Becket. Cuando desesperé a Godot, la torre de Eiffel parpadeaba. Este año Víctor Hugo tampoco estaba en casa. Tendré que volver. París sin París sólo es una meditación.


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