Nació en el ombligo de la península, pero en la periferia catalana sólo perdura su versión comestible interpretada por una compañía interracial de pescados. En el trayecto desde el oído a la boca se perdieron más de 450 zarzuelas con texto en catalán, enterradas en la fosa común del olvido.
Sólo unos valientes, con una voluntad inversamente proporcional a los recursos disponibles, se esfuerzan por recordarnos el destino original de la zarzuela en nuestra anatomía. Por ejemplo, nosotros, los Sinfónicos del Vallés. Sí, la Zarzuela vuelve a Barcelona. La otra, nos la comeremos después, allí donde la ciudad se vuelve una diminutiva Barceloneta y el pescado superlativo. Y olé.

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